¿Qué dice la Biblia sobre los deseos y la atracción sexual?

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Los deseos sexuales y la atracción son partes intrínsecas de la naturaleza humana, creadas por Dios e imbuidas de propósito y significado. La Biblia proporciona un marco comprensivo para entender estos aspectos de nuestra humanidad, guiándonos hacia una vida que honra a Dios y respeta la dignidad de los demás. Para comprender plenamente la perspectiva bíblica sobre los deseos sexuales y la atracción, debemos explorar la narrativa de la creación, las enseñanzas morales del Antiguo y Nuevo Testamento, y la obra redentora de Cristo.

En la narrativa de la creación, que se encuentra en el libro de Génesis, vemos que Dios creó a los seres humanos como criaturas sexuales. Génesis 1:27 dice: "Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó." Este pasaje subraya la bondad inherente de nuestra naturaleza sexual, ya que es parte del diseño de Dios. Además, Génesis 2:24 destaca el contexto previsto para la expresión sexual: "Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne." Aquí, la unión sexual se presenta como un vínculo profundo e íntimo dentro del pacto del matrimonio.

La Biblia reconoce que los deseos sexuales son naturales y pueden ser una fuente de alegría y satisfacción dentro del contexto adecuado. El Cantar de los Cantares, por ejemplo, celebra la belleza y la pasión del amor conyugal. En Cantar de los Cantares 7:10, la novia declara: "Yo soy de mi amado, y su deseo es para mí." Este libro poético ilustra el deleite y el afecto mutuo que caracterizan una relación matrimonial saludable.

Sin embargo, la Biblia también proporciona límites morales claros para el comportamiento sexual. Los deseos sexuales, aunque naturales, deben dirigirse de maneras que se alineen con la voluntad de Dios. Los Diez Mandamientos, dados en Éxodo 20, incluyen prohibiciones contra el adulterio y el codiciar la esposa del prójimo (Éxodo 20:14, 17). Estos mandamientos enfatizan la importancia de la fidelidad y el respeto por el vínculo matrimonial.

En el Nuevo Testamento, Jesús reafirma y profundiza estas enseñanzas morales. En Mateo 5:27-28, Él dice: "Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón." Las palabras de Jesús destacan la importancia de la pureza en el pensamiento así como en la acción. La lujuria, que es un deseo sexual desordenado, se ve como contraria al diseño de Dios para las relaciones humanas.

El apóstol Pablo también aborda la ética sexual en sus cartas a las primeras comunidades cristianas. En 1 Corintios 6:18-20, escribe: "Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; pero el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo." Pablo enfatiza que nuestros cuerpos son sagrados y que la inmoralidad sexual es un pecado contra nuestros propios cuerpos, que son templos del Espíritu Santo.

Pablo también habla de la santidad del matrimonio en Hebreos 13:4: "Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios." Este versículo reitera la importancia de mantener las relaciones sexuales dentro de los límites del matrimonio y mantener su pureza.

La Biblia también aborda cuestiones de atracción hacia el mismo sexo. En Romanos 1:26-27, Pablo describe las relaciones entre personas del mismo sexo como contrarias al diseño de Dios: "Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío." Este pasaje, junto con otros como 1 Corintios 6:9-10 y 1 Timoteo 1:9-10, indica que la actividad sexual entre personas del mismo sexo se considera inconsistente con la enseñanza bíblica.

Es importante notar que las enseñanzas de la Biblia sobre la ética sexual no se tratan meramente de prohibir ciertos comportamientos, sino también de promover una visión del florecimiento humano. Los deseos y la atracción sexual, cuando están correctamente ordenados, reflejan el amor y la fidelidad de Dios. Están destinados a atraernos a relaciones más profundas entre nosotros y con Dios. Efesios 5:25-33 usa la analogía del matrimonio para describir la relación entre Cristo y la Iglesia, destacando el amor sacrificial y la unidad que deben caracterizar a ambos.

Además de las enseñanzas morales, la Biblia ofrece gracia y redención para aquellos que luchan con pecados sexuales. En Juan 8:1-11, leemos la historia de una mujer sorprendida en adulterio. Los líderes religiosos la llevan a Jesús, buscando atraparlo. En lugar de condenarla, Jesús responde con compasión y perdón, diciendo: "El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella" (Juan 8:7). Después de que sus acusadores se van, Jesús le dice a la mujer: "Ni yo te condeno; vete, y no peques más" (Juan 8:11). Este relato demuestra que, aunque Jesús sostiene estándares morales, también ofrece perdón y un llamado al arrepentimiento.

Para los cristianos, el poder para vivir de acuerdo con la ética sexual bíblica proviene del Espíritu Santo. Gálatas 5:16-17 anima a los creyentes a "andar en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais." El Espíritu Santo nos capacita para resistir la tentación y vivir de una manera que honra a Dios.

La literatura cristiana también proporciona valiosas ideas sobre la ética sexual. C.S. Lewis, en su libro "Mero Cristianismo," discute la virtud de la castidad, que define como el orden correcto de los deseos sexuales. Escribe: "La castidad es la más impopular de las virtudes cristianas. No hay forma de evitarlo; la regla cristiana es, 'O matrimonio, con completa fidelidad a tu pareja, o abstinencia total.'" Lewis reconoce la dificultad de adherirse a este estándar, pero enfatiza que es esencial para vivir una vida cristiana.

Otro pensador cristiano influyente, Dietrich Bonhoeffer, en su libro "El costo del discipulado," habla de la importancia de la abnegación y la disciplina en la vida cristiana. Escribe: "Cuando Cristo llama a un hombre, le ordena venir y morir." Este llamado a morir a uno mismo incluye morir a los deseos sexuales desordenados y vivir en obediencia a Cristo.

En resumen, la Biblia enseña que los deseos y la atracción sexual son parte de la buena creación de Dios, destinados a ser expresados dentro del pacto del matrimonio entre un hombre y una mujer. Aunque los deseos sexuales son naturales, deben dirigirse de maneras que se alineen con los estándares morales de Dios. La Biblia proporciona pautas claras para el comportamiento sexual, enfatizando la pureza, la fidelidad y la santidad del matrimonio. Al mismo tiempo, ofrece gracia y redención para aquellos que no cumplen, llamándolos al arrepentimiento y a una nueva vida en Cristo. Al caminar en el Espíritu y buscar honrar a Dios con nuestros cuerpos, podemos vivir la visión bíblica de la ética sexual y experimentar la plenitud de vida que Dios tiene para nosotros.

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