Hacer y mantener votos es un tema significativo a lo largo de la Biblia y tiene profundas implicaciones éticas y morales para los creyentes. Los votos, o promesas solemnes hechas a Dios o a otros, se tratan con la mayor seriedad en las Escrituras. Desde una perspectiva cristiana no denominacional, entender la postura bíblica sobre los votos implica explorar varios pasajes y principios que revelan las expectativas de Dios con respecto a nuestras palabras y compromisos.
El concepto de votos se introduce temprano en la Biblia y está entrelazado a lo largo del Antiguo y Nuevo Testamento. Una de las primeras menciones de votos se encuentra en Génesis 28:20-22, donde Jacob hace un voto a Dios: "Entonces Jacob hizo un voto, diciendo: 'Si Dios está conmigo y me cuida en este viaje que estoy haciendo y me da comida para comer y ropa para vestir, de modo que regrese sano y salvo a la casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios y esta piedra que he erigido como pilar será la casa de Dios, y de todo lo que me des, te daré un décimo.'"
Este pasaje destaca un aspecto clave de los votos: a menudo son promesas condicionales hechas en respuesta a la asistencia o intervención divina. El voto de Jacob fue un compromiso de adorar y honrar a Dios a cambio de Su protección y provisión. Esto ilustra la naturaleza recíproca de muchos votos bíblicos, donde las promesas humanas se hacen en respuesta a la fidelidad de Dios.
La seriedad con la que se deben tomar los votos se enfatiza aún más en la Ley Mosaica. Números 30:2 dice: "Cuando un hombre haga un voto al Señor o haga un juramento para obligarse con una promesa, no debe romper su palabra, sino que debe hacer todo lo que dijo." Esta directiva subraya la importancia de la integridad y la fidelidad en el cumplimiento de las promesas. Romper un voto no es simplemente un fracaso del compromiso humano, sino que se ve como una ofensa directa contra Dios, quien es el testigo último de todas las promesas.
El libro de Deuteronomio también aborda el tema de los votos, particularmente en Deuteronomio 23:21-23: "Si haces un voto al Señor tu Dios, no tardes en cumplirlo, porque el Señor tu Dios ciertamente te lo demandará y serás culpable de pecado. Pero si te abstienes de hacer un voto, no serás culpable. Todo lo que tus labios pronuncien debes asegurarte de hacerlo, porque hiciste tu voto libremente al Señor tu Dios con tu propia boca." Este pasaje destaca la naturaleza voluntaria de los votos y la gravedad de cumplirlos una vez hechos. Sugiere que es mejor no hacer un voto en absoluto que hacer uno y no cumplirlo.
La literatura de sabiduría del Antiguo Testamento también proporciona ideas sobre la naturaleza de los votos. Eclesiastés 5:4-5 aconseja: "Cuando hagas un voto a Dios, no tardes en cumplirlo. Él no se complace en los necios; cumple tu voto. Es mejor no hacer un voto que hacer uno y no cumplirlo." Esto refuerza el principio de que los votos no deben hacerse a la ligera y que no cumplir un voto se considera necio y desagradable a Dios.
En el Nuevo Testamento, Jesús aborda el tema de los votos y juramentos en el Sermón del Monte. En Mateo 5:33-37, Él dice: "De nuevo, habéis oído que se dijo a los antiguos: 'No rompas tu juramento, sino cumple al Señor los votos que has hecho.' Pero yo os digo: no juréis en absoluto: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del Gran Rey. Y no jures por tu cabeza, porque no puedes hacer ni un solo cabello blanco o negro. Todo lo que necesitas decir es simplemente 'Sí' o 'No'; cualquier cosa más allá de esto proviene del maligno."
La enseñanza de Jesús aquí cambia el enfoque de las formalidades de hacer votos a la integridad de la palabra de uno. Él enfatiza que una simple afirmación o negación debería ser suficiente para una persona íntegra. Esto se alinea con el principio bíblico más amplio de que nuestras palabras deben ser veraces y confiables sin la necesidad de juramentos o votos adicionales para garantizar su sinceridad.
El apóstol Santiago reitera esta enseñanza en Santiago 5:12: "Sobre todo, hermanos y hermanas, no juréis, ni por el cielo ni por la tierra ni por ninguna otra cosa. Todo lo que necesitas decir es un simple 'Sí' o 'No.' De lo contrario, serás condenado." Esto refuerza la idea de que los cristianos deben ser personas de palabra, cuyas simples declaraciones sean confiables sin la necesidad de votos o juramentos elaborados.
Además de estas enseñanzas directas sobre los votos, la Biblia también proporciona ejemplos de individuos que hicieron y cumplieron votos, así como de aquellos que no lo hicieron. Un ejemplo notable de un voto cumplido es Ana, la madre de Samuel. En 1 Samuel 1:11, Ana hace un voto a Dios, diciendo: "Señor Todopoderoso, si solo miras la miseria de tu sierva y te acuerdas de mí, y no te olvidas de tu sierva, sino que le das un hijo, entonces lo daré al Señor todos los días de su vida, y nunca se usará una navaja en su cabeza." Cuando Dios respondió a su oración y le dio un hijo, Ana cumplió fielmente su voto dedicando a Samuel al servicio del Señor (1 Samuel 1:24-28).
Por el contrario, la historia de Jefté en Jueces 11 sirve como una advertencia sobre los votos precipitados. Jefté prometió sacrificar lo que saliera de su casa para saludarlo si era victorioso en la batalla. Trágicamente, su hija fue la primera en salir, y Jefté sintió que debía cumplir su voto, lo que resultó en un desenlace desgarrador (Jueces 11:30-40). Esta historia subraya la importancia de considerar cuidadosamente antes de hacer un voto y las posibles consecuencias de las promesas precipitadas.
De estas enseñanzas y ejemplos bíblicos, surgen varios principios clave sobre hacer y cumplir votos:
Los votos son compromisos voluntarios pero serios: La Biblia deja claro que, aunque los votos no son obligatorios, una vez hechos, deben cumplirse. Esto refleja la importancia de la integridad y la fidelidad en nuestra relación con Dios y con los demás.
Considerar las consecuencias: Antes de hacer un voto, es crucial considerar las posibles consecuencias y si es posible cumplir la promesa. Los votos precipitados pueden llevar a resultados no deseados y trágicos.
Integridad del habla: Jesús y Santiago enfatizan que los cristianos deben ser personas de palabra, cuyo simple "Sí" o "No" sea suficiente. Este principio anima a los creyentes a vivir con tal integridad que los votos o juramentos adicionales sean innecesarios.
Dios como el testigo último: Al hacer un voto, es importante recordar que Dios es el testigo último de nuestras promesas. Cumplir nuestros votos no es solo una cuestión de integridad personal, sino también de honrar a Dios.
Además de estos principios, vale la pena señalar que el concepto de votos se extiende más allá de las promesas formales a Dios. Abarca todos los aspectos de nuestro discurso y compromisos con los demás. En un sentido más amplio, el énfasis bíblico en la veracidad y la integridad en nuestras palabras se aplica a las interacciones y relaciones cotidianas.
En conclusión, la Biblia presenta una visión comprensiva y matizada de hacer y cumplir votos. Subraya la naturaleza voluntaria de los votos mientras enfatiza la gravedad de cumplirlos una vez hechos. Las enseñanzas de Jesús y los Apóstoles refinan aún más esta comprensión al resaltar la importancia de la integridad y la veracidad en todo nuestro discurso. Como creyentes, estamos llamados a ser personas de palabra, reflejando la fidelidad y confiabilidad de Dios en nuestros compromisos con Él y con los demás.