La poligamia, la práctica de tener más de un cónyuge simultáneamente, es un tema que ha intrigado y a menudo desconcertado tanto a creyentes como a estudiosos a lo largo de la historia. Para entender lo que la Biblia dice sobre la poligamia, debemos profundizar en su contexto histórico, examinar pasajes específicos de las Escrituras y considerar los principios bíblicos generales sobre el matrimonio.
La primera mención de la poligamia en la Biblia ocurre en Génesis 4:19, donde Lamec, un descendiente de Caín, toma dos esposas, Ada y Zila. Esta referencia temprana establece el escenario para una práctica que, aunque no era infrecuente en las culturas antiguas, se presenta con implicaciones mixtas en la narrativa bíblica.
Los patriarcas de Israel, como Abraham, Jacob, David y Salomón, también practicaron la poligamia. Por ejemplo, Abraham tomó a Agar como esposa secundaria a instancias de Sara para tener un hijo (Génesis 16:1-4). Jacob se casó con Lea y Raquel, junto con sus siervas, Bilha y Zilpa, quienes le dieron hijos (Génesis 29:15-30:24). David tuvo múltiples esposas y concubinas (2 Samuel 5:13), y la poligamia de Salomón fue extensa, con 700 esposas y 300 concubinas (1 Reyes 11:3).
A pesar de estos casos, la Biblia no respalda inequívocamente la poligamia. En cambio, a menudo destaca las complicaciones y conflictos que surgen de tales arreglos. Por ejemplo, la unión de Abraham con Agar lleva a los celos y el conflicto con Sara (Génesis 16:4-6). Los matrimonios de Jacob con Lea y Raquel están llenos de rivalidad y tensión (Génesis 29:30-31). La familia de David experimenta turbulencias y tragedias, en parte debido a las complejidades de sus múltiples matrimonios (2 Samuel 13-18). Las muchas esposas de Salomón lo desvían de Dios, ya que vuelven su corazón hacia la idolatría (1 Reyes 11:4).
La Ley Mosaica, dada a los israelitas, contiene regulaciones que implícitamente reconocen la poligamia pero también buscan mitigar sus posibles daños. Deuteronomio 21:15-17 proporciona pautas para los derechos de herencia entre los hijos de múltiples esposas, asegurando que el primogénito de la esposa menos amada no sea privado de su herencia legítima. Además, Deuteronomio 17:17 aconseja a los reyes israelitas no multiplicar esposas, para que sus corazones no se desvíen, una advertencia ejemplificada por la caída de Salomón.
En contraste con estos ejemplos del Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento presenta una perspectiva más definitiva sobre el matrimonio, enfatizando la monogamia como el ideal. Jesús, cuando se le pregunta sobre el divorcio, se refiere a la narrativa de la creación en Génesis, subrayando el diseño original de Dios para el matrimonio. Él dice: "¿No habéis leído que el que los creó desde el principio los hizo varón y hembra, y dijo: 'Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne'? Así que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre" (Mateo 19:4-6, ESV). La referencia de Jesús a "los dos" convirtiéndose en "una sola carne" destaca la relación uno a uno que se pretende en el matrimonio.
El apóstol Pablo también refuerza la monogamia en sus epístolas. En sus instrucciones a los líderes de la iglesia, especifica que un supervisor o diácono debe ser "marido de una sola mujer" (1 Timoteo 3:2, 12; Tito 1:6, ESV). Este requisito sugiere que la monogamia es el estándar para aquellos en posiciones de autoridad espiritual y, por extensión, establece un ejemplo para la comunidad cristiana en general.
Además, las enseñanzas de Pablo sobre el matrimonio enfatizan el amor mutuo, el respeto y la fidelidad entre esposo y esposa. En Efesios 5:22-33, compara la relación entre esposo y esposa con la de Cristo y la iglesia, llamando a los esposos a amar sacrificialmente a sus esposas y a las esposas a respetar a sus esposos. Esta profunda analogía subraya la profundidad del compromiso y la unidad que caracteriza un matrimonio monógamo.
Aunque el Nuevo Testamento no condena explícitamente la poligamia, su constante representación de la monogamia como el ideal, junto con las enseñanzas de Jesús y Pablo, proporciona una clara trayectoria teológica. El énfasis en la santidad y exclusividad del vínculo matrimonial se alinea con la narrativa bíblica más amplia de fidelidad al pacto, reflejando el compromiso inquebrantable de Dios con su pueblo.
Además de las enseñanzas escriturales, el pensamiento cristiano histórico ha afirmado en gran medida la monogamia. Los padres de la iglesia primitiva, como Agustín y Crisóstomo, consideraban la poligamia incompatible con la ética cristiana y la naturaleza sacramental del matrimonio. Agustín, en su obra "El bien del matrimonio", argumentó que la unión de un hombre y una mujer refleja la unidad y fidelidad de Cristo y la iglesia, haciendo de la monogamia el modelo apropiado para el matrimonio cristiano.
En la ética cristiana contemporánea, el principio de la monogamia sigue siendo fundamental. La relación matrimonial se ve como una unión de pacto que refleja el pacto de Dios con su pueblo, caracterizada por la exclusividad, la permanencia y el amor mutuo. Esta comprensión está arraigada en la representación bíblica del matrimonio como una institución divina diseñada para reflejar la naturaleza y los propósitos de Dios.
Es importante reconocer que los contextos culturales e históricos han influido en la práctica y percepción de la poligamia. En algunas sociedades, la poligamia ha sido un medio para asegurar la estabilidad social, la seguridad económica y la continuación de la línea familiar. Sin embargo, la narrativa bíblica y la tradición cristiana consistentemente apuntan hacia la monogamia como el ideal que se alinea con el diseño original de Dios para el matrimonio.
En resumen, aunque la Biblia registra casos de poligamia entre sus personajes, no presenta la poligamia como el ideal de Dios para el matrimonio. Las regulaciones del Antiguo Testamento sobre la poligamia buscan abordar sus posibles daños, mientras que las enseñanzas del Nuevo Testamento de Jesús y Pablo enfatizan la monogamia como el estándar para el matrimonio cristiano. El tema bíblico constante de la fidelidad al pacto, reflejado en la relación matrimonial uno a uno, subraya la santidad y exclusividad del matrimonio monógamo. Como seguidores de Cristo, estamos llamados a mantener este ideal, reconociendo que el matrimonio es una profunda reflexión del amor y la fidelidad pactal de Dios.