El término "lascivia" es uno que aparece en varias traducciones de la Biblia y a menudo se asocia con la inmoralidad sexual y la depravación. Comprender su significado bíblico requiere profundizar en los idiomas originales de las Escrituras, explorar los contextos en los que se usa la palabra y considerar las enseñanzas bíblicas más amplias sobre la moralidad y la pureza.
La palabra "lascivia" se deriva del término griego "aselgeia", que aparece en el Nuevo Testamento. Este término se usa para describir un comportamiento que no está restringido por límites morales, a menudo con una fuerte connotación de exceso sexual y libertinaje. Es importante notar que "aselgeia" no se limita solo a la inmoralidad sexual, sino que incluye un espectro más amplio de comportamientos que reflejan una falta de autocontrol y un desprecio por la decencia.
En el Nuevo Testamento, "aselgeia" se enumera entre las obras de la carne en Gálatas 5:19-21, donde el apóstol Pablo escribe:
"Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios." (Gálatas 5:19-21, RVR1960)
Aquí, la lascivia se agrupa con otros pecados graves que son contrarios al fruto del Espíritu. Esto indica que la lascivia es una falla moral significativa que puede impedir el crecimiento espiritual y la relación con Dios.
Otra mención notable de la lascivia se encuentra en Efesios 4:17-19, donde Pablo exhorta a los creyentes a vivir de manera diferente a los gentiles que no conocen a Dios:
"Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza." (Efesios 4:17-19, RVR1960)
En este pasaje, Pablo describe la lascivia como un estado de insensibilidad moral y una rendición a los deseos pecaminosos. Es una condición en la que los individuos han perdido su sentido de vergüenza y decoro, participando en comportamientos que son ofensivos para Dios y dañinos para ellos mismos y para los demás.
El significado bíblico de la lascivia se extiende más allá de las meras acciones para abarcar las actitudes e intenciones del corazón. Jesús abordó esto en sus enseñanzas, enfatizando que el pecado comienza en el corazón y la mente. En Mateo 5:27-28, dijo:
"Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón." (Mateo 5:27-28, RVR1960)
Aquí, Jesús destaca que los pensamientos y deseos lascivos son tan pecaminosos como las acciones manifiestas. Esto subraya la importancia de mantener la pureza no solo en nuestras acciones, sino también en nuestros pensamientos e intenciones.
La Biblia también proporciona orientación sobre cómo evitar la lascivia y vivir una vida que sea agradable a Dios. En 1 Pedro 4:1-3, Pedro anima a los creyentes a alejarse de sus estilos de vida pecaminosos pasados y vivir de acuerdo con la voluntad de Dios:
"Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios. Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías." (1 Pedro 4:1-3, RVR1960)
La exhortación de Pedro es un llamado al arrepentimiento y la transformación. Nos recuerda que a través del sufrimiento y el sacrificio de Cristo, tenemos el poder de vencer el pecado y vivir una nueva vida dedicada a la justicia. Esta transformación implica una decisión consciente de rechazar la lascivia y otros comportamientos pecaminosos y de perseguir una vida de santidad y autocontrol.
El apóstol Pablo también proporciona consejos prácticos sobre cómo cultivar una vida libre de lascivia. En Romanos 13:13-14, escribe:
"Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne." (Romanos 13:13-14, RVR1960)
La instrucción de Pablo de "vestirse del Señor Jesucristo" es una metáfora poderosa para vivir en estrecha relación con Cristo y permitir que su carácter moldee nuestras vidas. Al hacerlo, podemos resistir las tentaciones de la carne y vivir de una manera que honre a Dios.
Además de las enseñanzas bíblicas, los escritos de los primeros teólogos cristianos también proporcionan una visión del entendimiento de la lascivia. Por ejemplo, Agustín de Hipona, en su obra "Confesiones", reflexiona sobre la naturaleza del pecado y la importancia de la pureza interior. Escribe:
"Porque no es por nuestra propia fuerza que somos capaces de evitar el pecado, sino por la gracia de Dios. Por lo tanto, humillémonos ante Él y busquemos su ayuda, para que podamos vivir de acuerdo con su voluntad y no ser desviados por nuestros propios deseos." (Confesiones, Libro X)
El énfasis de Agustín en la necesidad de la gracia de Dios para superar el pecado se alinea con la enseñanza bíblica de que la verdadera justicia y pureza provienen de una relación con Dios y la dependencia de su fuerza.
En resumen, el significado bíblico de la lascivia abarca una amplia gama de comportamientos inmorales, particularmente aquellos relacionados con el exceso sexual y la falta de autocontrol. Se caracteriza por un desprecio por los límites morales y una rendición a los deseos pecaminosos. La Biblia advierte contra la lascivia y llama a los creyentes a vivir vidas de pureza y santidad, tanto en acciones como en pensamientos. A través del poder transformador de Cristo y la guía del Espíritu Santo, los cristianos están capacitados para resistir la lascivia y perseguir una vida que refleje el carácter de Dios.