¿Cómo puede uno tomar su cruz diariamente?

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Tomar la cruz de uno mismo diariamente es un llamado profundo y desafiante al discipulado que Jesús extiende a todos los que lo seguirían. Este concepto está arraigado en las propias palabras de Jesús que se encuentran en los Evangelios. En Lucas 9:23, Jesús dice: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame". Este mandato no es solo un llamado a soportar el sufrimiento o las dificultades, sino una invitación integral a alinear toda la vida con el camino de Cristo.

Para entender lo que significa tomar nuestra cruz diariamente, primero debemos comprender el significado histórico y espiritual de la cruz. En el Imperio Romano, la cruz era un instrumento de ejecución brutal, reservado para los criminales más atroces. Para Jesús y sus contemporáneos, simbolizaba vergüenza, sufrimiento y muerte. Cuando Jesús habla de tomar nuestra cruz, nos está invitando a abrazar un camino que puede incluir sufrimiento, rechazo y abnegación por el bien del Evangelio.

Abnegación y Rendición

En el corazón de tomar nuestra cruz diariamente está el concepto de abnegación. Esto no significa el rechazo de nuestra identidad o valor, sino más bien la rendición de nuestros deseos y ambiciones egoístas a la voluntad de Dios. En Mateo 16:24-25, Jesús elabora: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la hallará". La abnegación implica una decisión consciente de priorizar los deseos de Dios sobre los nuestros. Es una práctica diaria de ceder nuestros planes, sueños e incluso nuestras propias vidas a la soberanía de Dios.

El apóstol Pablo proporciona una vívida ilustración de esto en Gálatas 2:20: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". Las palabras de Pablo enfatizan el poder transformador de identificarse con la muerte y resurrección de Cristo. Nuestro viejo yo, con sus inclinaciones pecaminosas, está crucificado con Cristo, y somos resucitados a una nueva vida en Él. Esta nueva vida está marcada por un proceso continuo de santificación, donde crecemos en santidad y conformidad con Cristo.

Abrazar el Sufrimiento y las Pruebas

Tomar nuestra cruz también implica una disposición a soportar el sufrimiento y las pruebas por el bien de Cristo. En Filipenses 1:29, Pablo escribe: "Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no solo que creáis en él, sino también que padezcáis por él". El sufrimiento no es algo que busquemos, pero es una parte inevitable del viaje cristiano. Jesús mismo advirtió a sus discípulos en Juan 15:20: "Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán".

Sin embargo, el sufrimiento por Cristo no es sin propósito. Santiago 1:2-4 anima a los creyentes a "tener por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Y la paciencia tenga su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna". Las pruebas y el sufrimiento refinan nuestra fe, construyen perseverancia y nos acercan más a Dios. También proporcionan oportunidades para que demos testimonio del poder de Cristo en nuestras vidas.

Vivir Sacrificialmente

Otro aspecto de tomar nuestra cruz diariamente es vivir sacrificialmente. Romanos 12:1-2 exhorta a los creyentes: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta". Vivir sacrificialmente significa ofrecer cada parte de nuestras vidas a Dios: nuestro tiempo, recursos, talentos y relaciones. Implica tomar decisiones que honren a Dios, incluso cuando son costosas o contraculturales.

Jesús modeló este amor sacrificial en su ministerio terrenal. En Juan 13:34-35, Él manda: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros". Amar a los demás sacrificialmente a menudo requiere que pongamos sus necesidades por encima de las nuestras, que perdonemos cuando hemos sido agraviados y que sirvamos sin buscar reconocimiento o recompensa.

Dependencia del Espíritu Santo

Tomar nuestra cruz diariamente no es algo que podamos lograr con nuestras propias fuerzas. Requiere el empoderamiento del Espíritu Santo. Jesús prometió a sus discípulos en Hechos 1:8: "Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra". El Espíritu Santo nos equipa con la fuerza, sabiduría y valentía para vivir nuestra fe con audacia y fidelidad.

En Gálatas 5:16-25, Pablo contrasta las obras de la carne con el fruto del Espíritu. Insta a los creyentes a "andar en el Espíritu, y no satisfaréis los deseos de la carne". El fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza, son las características que deben marcar nuestras vidas mientras tomamos nuestra cruz diariamente. Estas cualidades se cultivan a medida que nos sometemos a la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones y mentes.

Comunidad y Responsabilidad

Finalmente, tomar nuestra cruz diariamente no es un esfuerzo solitario. Está destinado a vivirse en el contexto de la comunidad cristiana. Hebreos 10:24-25 anima a los creyentes: "Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca". Ser parte de una comunidad de iglesia nos proporciona el apoyo, el ánimo y la responsabilidad que necesitamos para perseverar en nuestro caminar con Cristo.

En comunidad, podemos compartir nuestras luchas, orar unos por otros y llevar las cargas de los demás. Gálatas 6:2 instruye: "Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo". Cuando caminamos junto a otros creyentes, recordamos que no estamos solos en nuestro viaje. Podemos obtener fuerza de la fe de los demás y presenciar la expresión tangible del amor de Dios a través del cuerpo de Cristo.

Pasos Prácticos

Aunque el llamado a tomar nuestra cruz diariamente es profundo, puede ser útil considerar algunos pasos prácticos para integrar este llamado en nuestras vidas diarias:

  1. Oración Diaria y Lectura de las Escrituras: Comienza cada día con oración y tiempo en la Palabra de Dios. Pide a Dios que te revele su voluntad y te dé la fuerza para seguirlo fielmente.
  2. Examina tu Corazón: Examina regularmente tu corazón y tus motivos. ¿Hay áreas de tu vida en las que te estás reteniendo de Dios? Confiesa cualquier pecado y pide su ayuda para rendirte completamente.
  3. Busca Oportunidades para Servir: Busca maneras de servir a los demás en tu comunidad, iglesia y lugar de trabajo. Los actos de servicio y bondad reflejan el amor de Cristo y te ayudan a vivir sacrificialmente.
  4. Abraza el Sufrimiento con Fe: Cuando enfrentes pruebas o sufrimiento, apóyate en las promesas de Dios y confía en que Él está contigo. Usa estas experiencias para crecer en fe y dar testimonio a los demás.
  5. Mantente Conectado a la Comunidad: Mantente comprometido con tu comunidad de iglesia y construye relaciones con otros creyentes. Comparte tu viaje con ellos y busca su apoyo y responsabilidad.

Tomar nuestra cruz diariamente es un viaje de discipulado de por vida. Requiere un compromiso diario de seguir a Jesús, sin importar el costo. A medida que nos negamos a nosotros mismos, abrazamos el sufrimiento, vivimos sacrificialmente, dependemos del Espíritu Santo y caminamos en comunidad, encontraremos la vida abundante que Jesús promete. En este viaje, no estamos solos; caminamos con Aquel que llevó la cruz definitiva para nuestra salvación.

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