El diezmo es una práctica profundamente arraigada en la tradición judeocristiana, con sus orígenes que se remontan al Antiguo Testamento. Es un concepto que ha sido tanto reverenciado como debatido a lo largo de los siglos, ya que toca la intersección de la fe, la administración y la responsabilidad comunitaria. Para entender la definición bíblica y el propósito del diezmo, debemos adentrarnos en sus orígenes escriturales, su evolución a través de la historia bíblica y su aplicación en la vida de un cristiano moderno.
El término "diezmo" proviene de la palabra en inglés antiguo "teogotha", que significa "décimo". Bíblicamente, el diezmo es el acto de dar una décima parte de las ganancias o productos como ofrenda a Dios. La práctica se menciona por primera vez en Génesis 14:18-20, donde Abram (más tarde Abraham) da una décima parte de sus despojos de guerra a Melquisedec, el rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo. Este acto de dar fue voluntario y se hizo como un signo de gratitud y reconocimiento de la provisión y bendiciones de Dios.
La formalización del diezmo como un requisito se encuentra en la Ley Mosaica. Levítico 27:30 establece: "El diezmo de todo lo que proviene de la tierra, ya sea grano del suelo o fruto de los árboles, pertenece al Señor; es santo para el Señor". Este mandamiento subraya que el diezmo no es meramente un regalo, sino un reconocimiento de que todo, en última instancia, pertenece a Dios. El diezmo debía usarse para apoyar al sacerdocio levítico, que no tenía una herencia de tierra como las otras tribus de Israel (Números 18:21-24). Así, el diezmo cumplía un doble propósito: era un acto de adoración y un medio de sustento para aquellos que servían en el templo.
Además, la práctica del diezmo no se limitaba a los productos agrícolas. Deuteronomio 14:22-29 amplía sobre el diezmo, instruyendo a los israelitas a apartar una décima parte de su producción cada año y llevarla al lugar elegido por Dios para un festival. Este diezmo era una celebración comunitaria de la provisión de Dios, fomentando la unidad y la gratitud entre el pueblo. Cada tercer año, el diezmo debía almacenarse en las ciudades para apoyar a los levitas, extranjeros, huérfanos y viudas, enfatizando el papel del diezmo en la justicia social y el bienestar comunitario.
Los profetas también hablaron sobre el diezmo, a menudo en el contexto de llamar al pueblo a la observancia fiel de los mandamientos de Dios. En Malaquías 3:8-10, Dios desafía a los israelitas, preguntando: "¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Pero decís: '¿En qué te hemos robado?' En los diezmos y ofrendas". Dios promete bendiciones a aquellos que traen el diezmo completo al alfolí, destacando la naturaleza recíproca de la relación de pacto entre Dios y su pueblo.
En el Nuevo Testamento, el concepto de diezmo es menos prescriptivo pero no menos significativo. Jesús menciona el diezmo en Mateo 23:23 y Lucas 11:42, criticando a los fariseos por su meticuloso diezmo de hierbas mientras descuidan asuntos más importantes de justicia, misericordia y fidelidad. Sus palabras sugieren que, si bien el diezmo es importante, no debe eclipsar los aspectos más importantes de la ley. Esto se alinea con la enseñanza más amplia del Nuevo Testamento que enfatiza la generosidad y el dar sacrificial como expresiones de amor y fe.
El apóstol Pablo, en sus cartas, no ordena explícitamente el diezmo, pero alienta a dar generosamente y con alegría como un reflejo del compromiso con Cristo y las necesidades de la iglesia. En 2 Corintios 9:6-7, escribe: "Recuerden esto: el que siembra escasamente, también cosechará escasamente, y el que siembra generosamente, también cosechará generosamente. Cada uno debe dar lo que ha decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre". Este pasaje destaca el principio de que el dar debe estar motivado por la gratitud y el amor, no por la obligación.
El propósito del diezmo, por lo tanto, trasciende la mera adhesión a un mandato. Sirve como una expresión tangible de fe, un reconocimiento de la soberanía de Dios y un compromiso con el bienestar de la comunidad. El diezmo es un acto de adoración que alinea el corazón con los propósitos de Dios, recordando a los creyentes que son administradores de su creación. También es un medio práctico para asegurar que la iglesia pueda cumplir su misión, apoyar a sus ministros y cuidar de los necesitados.
En la práctica cristiana contemporánea, el diezmo sigue siendo un aspecto vital del discipulado para muchos creyentes. Mientras que algunos ven el diezmo como una base para dar, otros lo ven como un punto de partida para una mayor generosidad. Sin embargo, el énfasis no está en la adhesión legalista a un porcentaje, sino en cultivar un espíritu de generosidad que refleje el carácter de Cristo. Esta perspectiva se refleja en los escritos de pensadores cristianos como C.S. Lewis, quien sugirió que el dar debería ser lo suficientemente sacrificial como para afectar el estilo de vida de uno, fomentando así una dependencia más profunda en Dios.
En conclusión, la definición bíblica y el propósito del diezmo abarcan dimensiones tanto históricas como espirituales. Es una práctica que ha evolucionado de un requisito legal prescrito a una expresión voluntaria de fe y gratitud. En última instancia, el diezmo se trata de reconocer la provisión de Dios, apoyar el trabajo de la iglesia y cuidar de la comunidad. Llama a los creyentes a examinar sus corazones y prioridades, desafiándolos a vivir generosamente en respuesta a la abundante gracia que han recibido en Cristo. Como tal, el diezmo sigue siendo una práctica relevante y significativa para los cristianos hoy en día, invitándolos a participar en la obra redentora de Dios en el mundo.