El diezmo, la práctica de dar una décima parte de los ingresos a la iglesia, es un tema que ha generado mucha discusión entre los cristianos. Para entender si el diezmo es requerido para los cristianos según el Nuevo Testamento, es esencial explorar la base escritural del diezmo, las enseñanzas de Jesús y los apóstoles, y los principios más amplios de generosidad y mayordomía que se enfatizan en el Nuevo Testamento.
El concepto del diezmo se origina en el Antiguo Testamento, donde se estableció como un requisito para los israelitas. En Levítico 27:30, está escrito: "El diezmo de todo producto del campo, ya sea grano del suelo o fruto de los árboles, pertenece al Señor; es santo para el Señor." Esta práctica se reforzó aún más en Deuteronomio 14:22-23, donde se instruyó a los israelitas a apartar una décima parte de su producción cada año. El propósito del diezmo era apoyar al sacerdocio levítico, que no tenía herencia de tierra, y proveer para los pobres, los huérfanos y las viudas (Deuteronomio 14:28-29).
En el Nuevo Testamento, Jesús aborda el tema del diezmo en varios pasajes. Un caso notable se encuentra en Mateo 23:23, donde Jesús reprende a los fariseos por su meticuloso diezmo mientras descuidan asuntos más importantes de la ley: "¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Dan una décima parte de sus especias: menta, eneldo y comino. Pero han descuidado los asuntos más importantes de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Debían haber practicado esto, sin descuidar aquello." Aquí, Jesús reconoce la práctica del diezmo pero enfatiza que no debe eclipsar los aspectos más importantes de la ley, como la justicia y la misericordia.
Otro pasaje significativo se encuentra en Lucas 18:9-14, donde Jesús cuenta la parábola del fariseo y el recaudador de impuestos. El fariseo se jacta de su diezmo, diciendo: "Ayuno dos veces a la semana y doy una décima parte de todo lo que recibo" (Lucas 18:12). Sin embargo, Jesús elogia al recaudador de impuestos, que humildemente reconoce su pecaminosidad y busca la misericordia de Dios. Esta parábola subraya la importancia de la humildad y el arrepentimiento sobre la autojusticia y la observancia legalista de las prácticas religiosas.
El apóstol Pablo también aborda el tema de la donación en sus cartas a las primeras comunidades cristianas. En 2 Corintios 9:6-7, Pablo escribe: "Recuerden esto: El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra generosamente, generosamente cosechará. Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría." Este pasaje destaca el principio de dar voluntaria y alegremente, en lugar de un porcentaje obligatorio. Pablo anima a los creyentes a dar generosamente y de buena voluntad, motivados por el amor y la gratitud en lugar de la obligación.
Además, en 1 Corintios 16:1-2, Pablo proporciona instrucciones prácticas para la recolección de ofrendas: "En cuanto a la colecta para el pueblo del Señor, hagan lo que les dije a las iglesias de Galacia. El primer día de cada semana, cada uno de ustedes debe apartar una suma de dinero de acuerdo con sus ingresos, ahorrándola, para que cuando yo venga no se tengan que hacer colectas." Aquí, Pablo enfatiza la donación regular y proporcional, basada en los ingresos de cada uno, como un medio para apoyar las necesidades de la iglesia y su misión.
El Nuevo Testamento no manda explícitamente el diezmo como un requisito para los cristianos. En cambio, enfatiza los principios de generosidad, mayordomía y donación voluntaria. La comunidad cristiana primitiva practicaba una generosidad radical, como se describe en Hechos 2:44-45: "Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común. Vendían propiedades y posesiones para dar a cualquiera que tuviera necesidad." Este compartir comunitario estaba motivado por el amor y un profundo sentido de responsabilidad hacia los demás.
La literatura cristiana también refleja esta perspectiva sobre la donación. En su libro "El Principio del Tesoro," Randy Alcorn escribe: "Dios me prospera no para elevar mi nivel de vida, sino para elevar mi nivel de donación." Alcorn enfatiza que los cristianos están llamados a ser mayordomos de los recursos de Dios, usando sus bendiciones para avanzar el reino de Dios y ayudar a los necesitados. De manera similar, C.S. Lewis, en "Mero Cristianismo," afirma: "No creo que uno pueda decidir cuánto debemos dar. Me temo que la única regla segura es dar más de lo que podemos permitirnos."
Aunque el diezmo no se presenta como un requisito vinculante en el Nuevo Testamento, aún puede servir como una guía útil para los cristianos que buscan practicar una mayordomía fiel. El principio de dar una décima parte puede ser un punto de partida para que los creyentes cultiven un hábito de generosidad. Sin embargo, es esencial reconocer que el objetivo final no es adherirse a un porcentaje específico, sino desarrollar un corazón dispuesto a dar sacrificial y alegremente.
En conclusión, el Nuevo Testamento no requiere que los cristianos diezmen de la misma manera que el Antiguo Testamento mandaba a los israelitas. En cambio, llama a los creyentes a un estándar más alto de generosidad y mayordomía, motivados por el amor y la gratitud. Se anima a los cristianos a dar regularmente, proporcionalmente y con alegría, apoyando el trabajo de la iglesia y ayudando a los necesitados. Al abrazar estos principios, los creyentes pueden honrar a Dios con sus recursos y contribuir al florecimiento de Su reino.