La administración ambiental es un concepto que resuena profundamente con las enseñanzas de la Biblia, aunque el término en sí mismo podría no mencionarse explícitamente. Como cristianos, nuestra comprensión del medio ambiente y nuestro papel en su preservación está intrincadamente vinculada a las doctrinas de la creación, la responsabilidad y la administración que enseña la Biblia. Esta exploración profundizará en lo que la Biblia dice sobre nuestro deber hacia el medio ambiente y cómo estas enseñanzas pueden guiar nuestras acciones en el mundo moderno.
La base de la administración ambiental cristiana se ve más claramente en el libro de Génesis. Génesis 1:26-28 registra la creación del hombre por parte de Dios y su mandato hacia ellos. Dice: "Entonces dijo Dios: 'Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves del cielo, en los animales domésticos, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.' Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: 'Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla; y señoread en los peces del mar, en las aves del cielo, y en todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.'"
De este pasaje, derivamos el concepto de "dominio" — un término que a menudo ha sido malinterpretado. El dominio no implica un control tiránico y explotador, sino más bien un gobierno responsable y una administración. Habla de un papel de cuidado donde los humanos deben reflejar la soberanía de Dios sobre la creación, gestionando y sosteniendo el medio ambiente de una manera que honre a Dios y preserve el orden natural.
Los libros poéticos de la Biblia, particularmente los Salmos y Proverbios, rebosan de versículos que expresan asombro por la creación de Dios y su complejidad. Por ejemplo, el Salmo 19:1 dice: "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos." De manera similar, Proverbios 8:29 menciona los límites establecidos por Dios para el mar, una directiva que aseguró el orden en el mundo natural. Estas escrituras subrayan la idea de que la creación es una expresión del carácter y la sabiduría de Dios, merecedora de respeto y cuidado por parte de la humanidad.
La literatura de sabiduría de la Biblia también proporciona principios que pueden guiar la administración ambiental. La parábola de los talentos en Mateo 25:14-30 enseña sobre la responsabilidad de gestionar los recursos sabiamente. Aunque el contexto inmediato trata sobre el dinero, el principio más amplio puede aplicarse a todos los recursos, incluidos los recursos naturales. El siervo que gestiona y hace crecer sabiamente la inversión del amo es elogiado, mientras que el que no hace nada es reprendido. Esto nos enseña que el tratamiento pasivo o destructivo de los recursos de la tierra no está en línea con la sabiduría bíblica.
Los libros proféticos, aunque se centran principalmente en el estado espiritual y moral de Israel, también ocasionalmente tocan cómo interactuaban con la tierra. Por ejemplo, Isaías 24:4-6 habla de la tierra siendo contaminada por sus habitantes, quienes han desobedecido las leyes, violado los estatutos y roto el pacto eterno. Esta degradación de la tierra está directamente vinculada a la decadencia moral, sugiriendo una visión holística de que la salud espiritual y la salud ambiental están interconectadas.
En el Nuevo Testamento, el papel de la humanidad en la creación se ve a través del lente de la redención de Cristo. Romanos 8:19-23 habla de la creación esperando con ansiosa expectativa la revelación de los hijos de Dios, porque la creación fue sometida a frustración, no por su propia elección. Este pasaje destaca que la historia de la redención incluye no solo a los humanos sino también a toda la creación. Esta visión escatológica no implica, sin embargo, que debamos descuidar nuestro entorno actual. En cambio, refuerza la idea de que nuestra administración de la tierra es un testimonio de nuestra esperanza en la renovación final de todas las cosas por parte de Cristo.
Aplicar estos principios bíblicos a los problemas ambientales modernos requiere tanto acción individual como colectiva. Significa priorizar la sostenibilidad en nuestras elecciones, apoyar políticas e iniciativas que protejan y restauren el medio ambiente, y educar a otros sobre la importancia de la administración. También implica un examen crítico de nuestros patrones de consumo y buscar reducir nuestra huella ecológica.
Además, la administración ambiental debe integrarse en la vida de las comunidades cristianas. Las iglesias pueden dar el ejemplo gestionando sus propiedades con la sostenibilidad en mente, apoyando iniciativas ambientales locales y globales, e incluso incorporando el cuidado de la creación en su teología y predicación.
En última instancia, la administración ambiental está arraigada en el mandamiento de amar — amar a Dios, a nuestro prójimo y a la creación misma. Como vemos en Mateo 22:37-39, Jesús nos manda a amar a Dios con todo nuestro corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. La salud de nuestro medio ambiente impacta directamente a nuestro prójimo, tanto local como globalmente, afectando a menudo de manera desproporcionada a las poblaciones más vulnerables. Por lo tanto, cuidar del medio ambiente es una profunda expresión de nuestro amor por los demás y nuestra obediencia a Dios.
En conclusión, la Biblia ofrece un marco robusto para entender y practicar la administración ambiental. No es meramente un aspecto opcional de la vida cristiana, sino que es integral a nuestra respuesta fiel al llamado de Dios. Como administradores de la tierra, estamos invitados a participar en la obra de Dios de sostener y redimir el mundo, reflejando Su gloria y amor a través de nuestro cuidado por Su creación.